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Nihongo ga hanasemasen

Yo no hablo japonés y por esto, lo confieso, tenía cierto temor: ¿iba a poder comunicarme, entender, hacerme entender, sin hablar el idioma del país? Circulan tantas opiniones contradictorias sobre el nivel de inglés de los japoneses y la dificultad de orientarse en este país, que uno no sabe bien qué pensar. Al llegar a la ciudad, me sentí un poco aturdida en medio de todos aquellos caracteres extraños y de la numerosa información que resonaba en mis oídos. Afortunadamente, el hotel estaba situado cerca de la estación y al hacer la reserva, me enviaron un plano para encontrarlo más fácilmente.

Primer día de visita. Por la mañana, decidí ir a ver un museo, para lo que tuve que coger el metro. En Japón, el precio del billete depende de la distancia recorrida, incluso en las áreas urbanas. Al llegar a la estación de metro, localicé enseguida encima de las máquinas donde se compran los billetes unos grandes planos de la red, en los que la estación en la que me encontraba destacaba claramente. Aunque lo primero que llama la atención es la escritura japonesa, la transcripción en alfabeto occidental encima del nombre de cada estación y de cada línea hace que el plano sea perfectamente legible. Después, en otras redes, me di cuenta de que si los planos están escritos completamente en japonés, siempre hay algo escrito en alfabeto occidental.

El importe a pagar por el trayecto aparece en el círculo que simboliza la estación de llegada en el plano (el billete normal en grande, el billete con tarifa reducida para niños más pequeño). Sólo queda introducir el dinero en la máquina y hacer clic sobre la cantidad deseada. Para mayor seguridad, prefiero hacer clic primero en el botón "inglés" para seguir las instrucciones en este idioma. ¿Y si no estaba segura del importe necesario? ¿Y si tenía prisa y no tenía tiempo de buscar en el plano? Es este caso, basta con comprar un billete con la tarifa mínima y, en la estación de destino, pasar por la "fare adjustment machine" situada cerca de la salida para pagar el complemento.

En la estación, los diferentes carteles de orientación y los planos están también escritos en doble escritura, pero a pesar de ello, a veces en las grandes estaciones es difícil encontrar el camino correcto. No hay que dudar en preguntar en inglés a los empleados de las taquillas, que harán todo lo posible por ayudar al turista perdido a encontrar su camino. En todo caso, hice bien en descargar el plano del metro del sitio web de la Oficina de Turismo, en la página Transportes urbanos. Incluso vi que si realmente se quiere preparar todo antes del viaje, el metro de Tokyo ha lanzado un sitio web en inglés, en el que eligiendo la estación de partida y la de llegada, se obtiene el trayecto con las correspondencias y el precio.

Una vez en el metro, ¿cómo no pasarse de estación? Los paneles de los andenes indican bien el nombre de las estaciones, alternando el japonés y nuestro alfabeto, pero a veces estos nombres son tan largos o con una fonética a la que estamos tan poco acostumbrados, que apenas hay tiempo para leerlos. Pero dentro de los trenes, el nombre de la estación parpadea en el plano de la línea que hay encima de las puertas. Además, un altavoz anuncia el nombre de la estación a la que se va a llegar, y no sólo en japonés, sino muy a menudo también en inglés. También, cuando el tren arranca, el mismo altavoz anuncia el nombre de la siguiente estación. Es difícil perderse con tanta ayuda, ¿no?

Y por fin, llegué a mi destino. El museo que quiero visitar está bien indicado en el plano de la estación de metro: no sólo hay un plano del barrio, sino también una guía que indica el número de la salida que hay que coger para salir lo más cerca posible al destino. Pero una vez fuera, ¿también las cosas serán tan fáciles? En una ciudad japonesa, como en cualquier otra ciudad del mundo, no hay nada mejor que un buen plano. En las diferentes oficinas de turismo hay planos en inglés y a veces incluso en francés, lo que permite orientarse fácilmente para llegar a las principales atracciones turísticas. Además, hay muchos planos de orientación en la calle, en especial en los muchos puestos de policía pequeños.

En la calle, algo sorprendente: excepto en algunos ejes principales, no hay nombres en las calles. De hecho, la lógica para entender una dirección japonesa es muy diferente a la de una dirección francesa. Mientras que nosotros estamos acostumbrados a una lógica lineal, una calle numerada del nº 1 al nº X, los japoneses piensan en círculos concéntricos: el distrito, el barrio, la manzana de casas y así sucesivamente hasta el edificio correspondiente. Esto es por lo que las direcciones japonesas son tan difíciles de entender. Aunque las grandes arterias y los principales cruces tienen su nombre, y los carteles están escritos también en alfabeto occidental, para el resto no es tan fácil (a pesar de que los nombres de las manzanas de casas también están escritos en ambos alfabetos). ¡Por suerte los carteles que indican la dirección de los museos y otros edificios importantes también están escritos en nuestro alfabeto!

Pero ahí estoy yo, ¡con mi gran sentido de la orientación, ya me he perdido! La primera persona a la que pregunto me explica el camino que tengo que coger en un inglés dudoso, pero con toda la buena voluntad. Y después de dar unos pasos, vuelvo a no estar segura de nada. Trato de preguntar el camino a un transeúnte, pero se aleja rápidamente balbuceando que no habla inglés. Y ahí me veis dando vueltas y más vueltas al plano en todos los sentidos, desamparada, cuando una mujer se me acerca y me pregunta si puede ayudarme. ¡Sí, por supuesto! No sólo me explica cómo llegar al museo, sino que también me acompaña un trozo del camino y aprovechamos para charlar un poco. Me cuenta que ha retomado las clases de inglés por la tarde porque querría viajar a Europa, y que hacía mucho que había dado inglés en el colegio y lo ha olvidado casi todo. Después de este agradable encuentro, por fin estoy en la entrada del museo.

Con la entrada me entregan una guía en francés. Es cierto que es un gran museo nacional. En otros museos tendría que contentarme con guías en inglés. En las salas me llevo una agradable sorpresa: las referencias sobre los objetos están resumidas en inglés. Incluso sin la guía de audio, disponible en la entrada, puedo visitar el museo sabiendo lo que veo.

Después de esta visita enriquecedora, estoy de nuevo fuera a la hora de la comida. ¿Cómo elegir un restaurante si apenas conozco la cocina japonesa? ¿Y cómo hacer entender lo que quiero? En los escaparates de los restaurantes, hay representaciones de plástico de los platos con una etiqueta al lado que indica el nombre del plato (eso creo, porque están en japonés) y el precio. Así que no es difícil elegir de acuerdo a los gustos y al presupuesto. Me decido por un menú de tempura, que parece apetitoso con todos sus platitos y buñuelos. Al entrar en el restaurante, una camarera me indica un lugar. Entonces le hago entender que me siga afuera para mostrarle en el escaparate lo que quiero comer. Definitivamente, estas maquetas de platos son muy prácticas.

La tarde la dedico a pasear y a las compras. En los grandes almacenes, si el vendedor no habla inglés, va a buscar a uno que lo haga. En las tiendas pequeñas es más arriesgado, pero las etiquetas están siempre muy claras y los vendedores llenos de buena voluntad en este país donde el cliente es el rey. En cuanto a los templos y jardines, no hace falta un traductor para escuchar el canto de los pájaros.

Al final del día, bastante cansada, decido coger un taxi. Bastó con enseñar al conductor el plano y la dirección facilitados por el hotel para que me llevara allí en un santiamén.

Obviamente, en las grandes ciudades es más fácil encontrar a alguien que hable inglés. Resulta más complicado en el campo o en los minshuku (pensiones familiares), pero con un poco de buena voluntad y de "lenguaje corporal", y gracias a la gentileza y amabilidad de los japoneses, viajar a Japón sin hablar japonés no supone para nada un problema.

  • Pequeño diccionario español-japonés

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