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El Japón de Mélanie

Japón rebosa de tesoros, un viaje atípico que sin duda deja huella. Y es que no se puede ser insensible a la belleza del Japón tradicional mezclado con el Japón moderno.

Tokyo, una ciudad gigantesca, no dejará de sorprenderle: ¡todo un encuentro de culturas! Aquí encontrará barrios modernos en los que se dan cita los jóvenes, como Harajuku o Shibuya. En el barrio de Asakusa, feudo de Takeshi Kitano, podrá contemplar la llama de oro y el templo Sensoji.
Si desea disfrutar de un agradable paseo por Tokyo, mi elección le llevará a Omotesando-dori, una avenida bordeada de árboles que une Aoyama-dori y Harajuku.
Si lo que busca es una buena vista, la torre de Tokyo sigue siendo el lugar más famoso, pero hay que pagar. Una opción mucho mejor, aunque indudablemente de menos altura, es el ayuntamiento de Tokyo. Estas 2 torres ofrecen vistas al nivel de las plataformas, que permiten ver el monte Fuji cuando hace buen día. Y el acceso gratuito a estas torres no disminuye el placer, sino todo lo contrario.

Otra alternativa es la vista desde las colinas de Roppongi. El precio de acceso es de 1.500 yenes, pero desde allí se tiene una panorámica de la ciudad de 360 grados.

Tokyo atrae también por sus casas de madera intercaladas con edificios de hormigón armado, sus "hoteles del amor" con una arquitectura asombrosa, salas de juegos recubiertas de neón con la música a todo volumen (llamadas patchinko), así como por sus animados barrios: Shibuya, Ginza, los actuales Campos Elíseos franceses llenos de tiendas de lujo, y Yurakucho.
Tenga en cuenta algunas visitas obligadas si desea conocer Tokyo:

  • Los izakaya y los karaoke, donde muchos japoneses van para divertirse
  • Los barrios para jóvenes de Shibuya y Harajuku
  • Los Campos Elíseos de Tokyo, Omotesando
  • Shinjuku, el barrio de los negocios
  • Akihabara, el barrio de la electrónica
  • El parque Ueno y sus museos, así como la ciudad baja
  • El barrio de los grandes almacenes de Ginza
  • El templo Sensoji en Asakusa
  • El barrio de los extranjeros de Roppongi
  • La bahía de Tokyo, vista desde la línea de metro de Yurikamome

 

A sólo tres horas de Tokyo, la ciudad de Kyoto tiene todo lo que un visitante puede desear: más de 1.800 templos (como el Kiyomizu-dera o el Sanjusangen-do, que alberga más de 1.000 estatuas de la deidad budista Kannon), santuarios, monumentos, y barrios históricos, jardines y espacios naturales.
En el centro de Kyoto, se puede contemplar, entre otros, la pagoda de To-ji. Pero Kyoto también es famosa por sus fiestas. Tuve la oportunidad de asistir a una de ellas, la "Gion-matsuri": una fiesta que se celebra en julio, en la que las jóvenes se engalanan con vestidos estivales para los numerosos desfiles. Habida cuenta la marea humana que se apiña frente a las diferentes carrozas y el calor agobiante, ¡coja fuerzas!

También es imprescindible visitar Kamakura, donde se encuentra el colosal Daibutsu (Gran Buda), que tiene aquí su trono desde 1252, impasible ante las guerras y los desastres naturales.
Pero Japón es también jardines a la japonesa: los jardines de piedras secas con grava rastrillada que evocan islas y mar, tesoros que se pueden encontrar sobre todo en Kyoto. No olvide que si visita Japón en primavera, desde el sur de Honshu (a principios de abril) a Hokkaido (a mediados de mayo), no puede perderse el magnífico espectáculo de los cerezos en flor. Muchos aficionados se apiñan bajo los árboles mientras disfrutan de un picnic a base de sushi acompañado de saque o cerveza. Entonces, ¿por qué usted no?

Respecto a la comida, hay mucho donde elegir:
los platos son muy diversos y variados y todos igual de sabrosos. Hay platos imprescindibles, como el sushi (arroz avinagrado rodeado de rodajas de pescado crudo o de huevo), la tempura (marisco y verdura fritos), el yakitori (brochetas de carne), los mochis, los yakisoba (tallarines salteados), los onigiri, los platos de carne de cerdo empanada, sin olvidar las gyoza.
En cuanto a los postres, recomiendo el bizcocho de té matcha, los helados de sésamo blanco y negro, y el helado de patata dulce: ¡toda una delicia!
Respecto a los japoneses, son muy acogedores, se desviven por complacerle y nunca falta un buen samaritano para ayudarle cuando esté perdido en el metro.

Una de las cosas que me sorprendió durante mi estancia, fue la limpieza del metro y de sus estaciones, que no tienen nada que ver con el metro de París. Tal vez deberíamos tomar ejemplo de Japón... La limpieza, la comodidad y el lado práctico priman sobre el precio bastante elevado de los billetes de metro. El precio es proporcional a la distancia recorrida.
Además, otra cosa sorprendente fue ver a lo japoneses esperando al metro en fila india por orden de llegada. Disciplina a toda prueba. Tenga en cuenta que en las horas punta, los trenes del metro están reservados a las mujeres para evitar las "manos largas".
También en las horas punta hay "empujadores" en las estaciones de metro. ¡Las horas punta son muy curiosas! Estos "empujadores", como se puede imaginar, empujan a los últimos que entran en los trenes para que las puertas se cierren correctamente y para que el metro no se retrase, la fobia de los japoneses.

Por otra parte, también viví la experiencia de los terremotos y tifones en Japón. Sin embargo, no es ésta la primera imagen que tengo de Japón; ésta sería más bien la arquitectura que mezcla Occidente y Oriente, los jardines zen, los numerosos templos y santuarios, el Kinkakuji (el Pabellón de Oro), sin olvidar los "onsen", que los japoneses siguen considerando un lugar de vacaciones. Se trata de baños calientes cuya agua emana de fuentes volcánicas, a veces famosas por sus propiedades medicinales. Así que, ¿a qué espera? ¡Vaya!

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