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Experiencias viajeros Descubriendo Shinsekai, Osaka, con Eva Guerrero

Autora: Eva Guerrero
Biografía: Eva Guerrero es Historiadora del Arte y Archivera. En esta ocasión, viajamos con ella a Japón para descubrir sus favoritos del país y conocer los cinco lugares que la enamoraron.

 

La primera vez que pisé Japón llegué al aeropuerto de Narita, tomé un shinkansen y bajé en Osaka. Fue mi primera ciudad en el mejor país del mundo y, fue tal el choque, que me hizo amarla para siempre. Recuerdo llegar a la estación de metro, disponerme a subir la maleta por las escaleras (¡qué escaleras aquellas!) y que casi sin darme cuenta, dos adolescentes con uniformes de instituto la agarraran y me la llevaran hasta arriba, sin mediar palabra. Yo no sabía cómo agradecerles la amabilidad, estaba maravillada, ¡no me conocían de nada!, así que les hice una pequeña reverencia mientras les sonreía mucho y decía un “arigato” avergonzado. Ellos dos se fueron, sonriendo también y saludando con la mano.

Esa fue mi primera experiencia en Osaka, ¿cómo no amarla?

Me dirigí a dejar las maletas en un día gris, medio lluvioso, pero súper agradable, que poco a poco fue levantando. Paré en una vending machine porque claro, hay que probarlo todo, y más aún si es por 100 yenes (qué mundo de posibilidades nos abren esas máquinas de bebidas que hay en cada esquina), y de ahí fui a uno de los barrios que más me moría por ver en Osaka: Shinsekai, el que aparece en esta foto con la torre Tsutenkaku de fondo, ya todo un emblema de la ciudad. Y es que a mí me encanta lo retro, eso que quería ser futurista tras la segunda Gran Guerra y se quedó parado en el tiempo, esas calles que pueden ser cualquiera de los decorados de Blade Runner. Y claro, si lo aúnas todo, aparece este barrio repleto de restaurantes con grandes peces globo adornando sus fachadas, neones pasados de moda, un aire decadente espectacular, muchos bares donde comer kushikatsu (brochetas de pollo, carnes o pescados fritos y empanados, especialidad del barrio) y muchos, muchísimos detalles estrambóticos, pero a la vez, para mí, maravillosos.

 

Recorrí sus calles esa tarde cualquiera que para mí era de las más importantes de mi vida. ¡Por fin estaba allí! Era mi sueño, y estaba superando con mucho mis expectativas. Cada rincón del Shinsekai era fotografiable, acababa de llegar a Japón y no podía parar de hacer fotos a todo, y es que cada esquina era diferente, era otro mundo. Y es que Shinsekai se traduce literalmente como “Nuevo Mundo”, y así era como me sentía yo en un nuevo mundo increíble, y a la vez en casa.

 

Tomé esta foto icónica con una sonrisa en la cara, pensando en las ganas que tenía de volver a ese barrio sin ni siquiera haberme ido, en las ganas que tenía de recorrer Osaka, de vivir la ciudad, de visitar templos centenarios y callejuelas llenas de tabernas y oficinistas bebiendo y comiendo cada tarde-noche, de hablar con su gente. Y es que la gente de Osaka tiene algo especial, algo que tiene que ver con su acento, su naturalidad, su risa, algo que a mí me hizo sentir cómoda desde el primer minuto.  Y por supuesto que volví, en cada uno de mis viajes a Japón, y seguiré yendo en el futuro porque esa ciudad, y este barrio, para mí son casa.

 

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