HOME Back

Use the

Planning a Trip to Japan?

Share your travel photos with us by hashtagging your images with #visitjapanjp

Experiencias Viajeros Descubriendo el bosque de bambú de Sagano, en Arashiyama, Kioto, con Eva Guerrero

Autora: Eva Guerrero
Biografía: Eva Guerrero es Historiadora del Arte y Archivera. En esta ocasión, viajamos con ella a Japón para descubrir sus favoritos del país y conocer los cinco lugares que la enamoraron.

 

Hablando de fortuna, he de decir que vivir un tifón y ver salir el sol al día siguiente, te hace un poco más feliz. Esta fotografía me la hicieron horas después de que el Tifón Krosa pasara por Japón en agosto de 2019. Casi me parecía mentira que todo estuviera tan en calma, que el sol brillara con tanta fuerza, y que todo hubiera pasado.

Sabíamos que iba a llegar ya que los noticiarios japoneses lo anunciaban constantemente, porque se había convertido en “super tifón” y alertaban de peligro inminente. A diario mirábamos el avance en internet, sabíamos que íbamos a vivirlo, y diré que no teníamos miedo alguno porque Japón es un país muy preparado y sólo hay que seguir las indicaciones para estar a salvo. Así que al despertar esa mañana y dado que varios planes se habían cancelado, decidimos ir a pasear por un Kioto que ya conocíamos y que, sin embargo, se nos mostró completamente diferente, completamente nuevo.

El tifón no llegaría hasta las ocho de la tarde, pero se respiraba una calma extraña, una calma densa y pesada que es difícil de describir. El aire era plomizo en Kioto, casi podías tocarlo. Había un silencio ensordecedor. Cada poco tiempo, una ráfaga de aire nos movía de un golpe, literalmente, y todo volvía a quedarse sereno sólo un segundo después. El cielo se había convertido en una manta gris, mullida, que esperaba su momento para soltarse y caer. Vimos Gion y Pontochō casi desiertos sin poder creerlo, templos imponentes y mudos, Kawaramachi más callada que de costumbre, recorrimos el mercado de Nishiki con la mitad de las tiendas vacilantes, cerrando a pleno día. Vivimos un Kioto fantasma, extraño, pero a la vez seductor y fascinante.

Cuando aquello empezó, yo estaba en el ofuro (baño japonés) del apartamento dándome un baño, con la pequeña televisión que suelen tener todas las bañeras japonesas encendida, pero sin sonido, y música lo-fi de fondo. Un ruido ensordecedor llenó la estancia, una mezcla de viento y agua que no reconocía se hizo con todo. Krosa estaba allí mismo y se quedó durante doce horas. Nunca olvidaré ese sonido, y nunca olvidaré la paz que me generó cuando se convirtió sólo en una gran tormenta. La sensación de que allí dentro nada iba a ocurrir. Estaba a salvo, estaba en paz.

La sorpresa fue mayúscula al salir por la mañana, con reparo, sin saber si podríamos hacer vida normal, y ver que allí no había pasado absolutamente nada. En nuestra cabeza las calles debían estar inundadas, destruidas, con árboles rotos aquí y allá. Nada. Kioto era un mar en calma. No dábamos crédito a la eficacia japonesa, ¡era increíble! Pero del mismo modo que nos asombramos, decidimos irnos corriendo a Arashiyama, aprovechando que la ciudad aún estaba despertando, asustada.

 

El gran bosque de bambú, los templos aledaños, y la famosa morada de los monos, ubicados en el noroeste de la ciudad, suelen ser un hervidero de turistas ansiosos por tomar una buena fotografía, pero estaba sorprendentemente tranquilo. Ese día los rayos de sol se colaban entre las altas copas, a metros y metros sobre nuestras cabezas dándonos sombras que se agradecían, porque la temperatura aumentaba por minutos y la humedad empezaba a bañarnos. El verano japonés había vuelto, y no parecía que fuera a dar tregua. Caminamos por el largo pasillo durante minutos y fue entonces pedí una foto. Necesitaba guardar ese momento para siempre, todo lo que conllevaba esa mañana y lo que yo sentía, toda la historia alrededor de ese retrato que cada vez que lo mirara me iba a sonar a viento y a lluvia, me iba a oler a bambú y a tierra mojada, y me iba a hacer sentir el sol en la piel. Y es que estaba en ese lugar increíble, bañada por una luz extraña, casi mágica, y sólo podía maravillarme, mirar arriba, ver cada rayo de sol colándose entre las hojas. Había vivido un tifón pero estaba en Kioto, una de las ciudades más bonitas del mundo, y nada podía salir mal. Nada había salido mal.

 

 

Please Choose Your Language

Browse the JNTO site in one of multiple languages