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Japón a través de los ojos de Marina Comes: una ruta por el Japón más auténtico

 

Un día, Marina Comes decidió dejar su trabajo y dedicarse a su verdadera pasión, viajar. 306.000 seguidores en Instagram y una innumerable lista de destinos en su maleta dan buena fe de ello.

Ahora, un nuevo viaje le esperaba. Aunque no era la primera ocasión en la que visitaba Japón, esta vez se adentró, además de en Tokio, en la menos conocida región de Tohoku, recomendada por Lonely Planet y National Geographic como uno de los destinos a los que hay que viajar en este 2020.

Durante 10 días Marina visitó Tokio, Aizuwakamatsu, Ouchi-juku, Urabandai, Sendai y la bahía de Matsushima.

 

Ruta de Marina Comes

 

Tohoku, se ubica al noroeste de Honshu, la isla principal de Japón, es región conformada por 6 prefecturas: Aomori, Akita, Iwate, Yamagata, Miyagi y Fukushima.

En la variedad está el gusto, se suele decir. Y en el caso de Tohoku, sus atractivos son tan numerosos como dispares, pues el viajero puede dejarse llevar por la sensación de estar contemplando y disfrutando de una naturaleza única, pero también entrar en contacto con la versión más tradicional de Japón visitando templos centenarios. Sin olvidar opciones como degustar la rica gastronomía local o experimentar en primera persona la adrenalina característica de los deportes de invierno.

Podríamos estar horas y horas escribiendo sobre esta ruta, pero creemos que es mucho mejor que os contemos la ruta que ha realizado Marina. Esperamos que os sirva para inspiraros para organizar vuestro itinerario de viaje y conocer el Japón más auténtico.

 

Un viaje para el recuerdo

Esta no es la primera vez que Marina visitaba Japón: “Fue hace unos 9 años. Era mi primera vez y lo que más me impactó fueron las personas: su cultura, su educación, la importancia de sus tradiciones, su amabilidad y la prudencia”. Pero también le llamó la atención uno de los atributos de Japón más desconocidos, su naturaleza, que “incluso en las grandes ciudades siempre está presente, integrada en sus templos, en la arquitectura, en los parques, en el día a día de la gente”, explica Marina, puntualizando que “en el norte de Japón, la naturaleza lo es todo: montañas, ríos, lagos volcánicos, aguas termales, paisajes costeros indescriptibles... por algo Lonely Planet ha incluido Tohoku en el Top 10 de los destinos que hay que visitar este 2020!”.

 

Tokio, donde todo empieza

La capital es el punto de partida más habitual de los viajeros. Mezclar dos ingredientes a priori antagónicos como son la tradición y la modernidad nunca dio un mejor resultado. En Tokio el visitante puede disfrutar de una gastronomía sin igual (¡234 restaurantes con Estrella Michelin!), entrar en contacto con la tecnología más vanguardista y con la cultura anime en Akihabara, y experimentar el ritmo frenético de la ciudad y la moda en Harajuku y Shibuya. Pero también puede vivir el contrapunto a estas experiencias en el templo Senso-ji o el santuario Meiji y navegar por el río Sumida para retroceder en el tiempo hasta el período Edo.

Reflejar en una sola imagen lo que significa Tokio para el viajero no es sencillo, por eso Marina ha querido destacar dos lugares:

  • El templo Senso-ji, el más antiguo de Tokio, que alberga una estatua sagrada de Kannon, diosa de la misericordia. Rodeado por las imponentes puertas en las que Marina se fotografió, éstas comparten protagonismo con una pagoda de cinco pisos y los animados puestos de Nakamise Dori. Un guiño a la historia en plena ciudad.

 

Templo Senso-ji, Tokio

 

El museo de arte digital teamLab Borderless, una experiencia para el recuerdo según Marina: “Lo que tenía que ser una visita de 2 horas se convirtió en una de 4 y miles de fotos, videos y risas! ¡Os lo recomiendo sin dudarlo! No creo que exista un sitio igual a éste... y cómo no, tenía que estar en Japón”.

 

Museo teamLab Borderless, Tokio

 

Por supuesto, Marina tuvo tiempo de explorar más lugares de la ciudad y transitar por el mítico cruce de Shibuya, subir a la Tokyo Skytree, visitar el parque Yoyogi y la zona comercial de Omotesando, entre otros muchos.

 

Comida local y un manto blanco  

Un tren de alta velocidad llevó a Marina de la capital a la región de Tohoku, con primera parada en Aizuwakamatsu en la prefectura de Fukushima. Allí la recibió un elemento capaz de dotar de un halo especial a cualquier paisaje, la nieve, tan típica de esta época del año en la región y una de las razones por las que los deportes de invierno tienen tanta importancia aquí.

Marina comprobó entonces en primera persona el porqué de la bien merecida fama de la gastronomía de la región, parando a reponer fuerzas en un restaurante de comida local. Allí probó el negi soba, esto es, takato soba (soba con rábano rallado) que se come utilizando, en vez de palillos, una cebolla verde alargada (negi).

 

Comida típica en restaurante de Aizuwakamatsu, Fukushima

 

Castillo de Tsuruga

El día siguiente Marina tuvo una cita con la tradición y el arte en el castillo de Tsuruga, en la prefectura de Fukushima. Fue uno de los momentos más especiales de su ruta por Tohoku y la culminación de uno de sus sueños como viajera: vestir un auténtico kimono. Para Marina fue “una experiencia única que no os podéis perder cuando vayáis a Japón. El proceso de vestirse con un kimono es más bien una ceremonia. Y fue increíble poder vivirlo en persona y apreciar cada detalle. Una vez más, este país nos enseña que es igual de importante mirar al futuro que respetar las tradiciones más antiguas”.

 

Marina siendo vestida con un kimono en Aizuwakamatsu, Fukushima

 

El castillo de Tsuruga, también conocido como Castillo Wakamatsu, ha sido objeto de diversas reconstrucciones en sus casi 700 años de existencia, si bien se conservan los muros y fosos del jardín originales. Esta fortificación está rodeada por el parque del Castillo Tsuruga, repleto de vistosos cerezos. Es, en definitiva, un marco perfecto para tomar fotografías e inmortalizar un viaje. Y así lo hizo Marina, dejándonos instantáneas tan espectaculares como ésta.

 

Castillo de Tsuruga en Aizuwakamatsu, Fukushima

 

Relajación y naturaleza en su estado más puro

En un viaje con tanto por conocer, la actividad puede llegar a ser frenética. Sin embargo, siempre hay momentos para desconectar, relajarse, mirar alrededor y disfrutar del silencio o de los sonidos de la naturaleza.
En el caso de Marina, esta sensación la percibió en los onsen, baños con aguas termales de origen volcánico. Concretamente, disfrutó de algunos como el de Shosuke no Yado Takinoyu o el onsen al aire libre del Urabandai Lake Resort, donde pudo descansar y conectar con la naturaleza nevada mientras se daba un relajante baño.

 

Onsen en Fukushima

 

Y, para mantener esta conexión, Marina realizó una ruta por los altos de Urabandai, un enclave donde las erupciones volcánicas moldearon el imponente paisaje y crearon lagos y estanques multicolores conocidos como los ‘Cinco lagos de colores’.

 

Lago Inawashiro, Fukushima

 

El siguiente lugar marcado en el itinerario, todavía en Fukushima, era Ouchi-juku, un pueblo de montaña lleno de casas tradicionales de madera. Un enclave muy popular entre los japoneses que ha conservado muchos de los edificios del período Edo, permitiendo al visitante mirar al pasado sin perder de vista el presente y contemplar edificaciones con más de 300 años de antigüedad, característicos tejados de paja y calles por donde el agua transita por ambos costados. Una experiencia inolvidable completada con “una puesta de sol en un lugar mágico. Nos ha encantado este pueblo, es un sitio idílico”.

 

Ouchi-juku, Fukushima

 

Y, como cumplir un sueño no significa dejar de desearlo y perseguirlo, Marina volvió a vestir kimono y retornó al castillo Tsuruga, donde repitió la fotografía tomada días antes, pero, esta vez, sin nieve y con la compañía de un tímido sol que asomaba entre las nubes de Aizuwakamatsu.

 

Castillo de Tsuruga en Aizuwakamatsu, Fukushima
 

Adiós Fukushima, hola Miyagi

La ruta de Marina por Fukushima tocó a su fin. Tiempo para una nueva prefectura. Tiempo para seguir explorando, descubriendo, creando recuerdos.

La siguiente estación en este viaje era Sendai, capital de la prefectura de Miyagi, previo paso por el lago Inawashiro, donde el cielo y el monte Bandai comparten espacio en el reflejo de sus aguas.

Ya en la ciudad de Sendai, a Marina le llamó la atención que allí “todavía no hay mucho turismo, puedes visitar templos en silencio, nadie te molesta y todo tiene un halo de magia”.  El Mausoleo de Zuihoden es un buen ejemplo. Se trata de un emplazamiento histórico erigido en 1637 en memoria de los daimyo del Dominio Sendai, Date Masamune y sus herederos.

 

Mausoleo de Zuihoden en Sendai, Miyagi

 

También en Sendai, Marina visitó el Santuario Osaki Hachimangu, del que destacó la viveza de sus colores y la tranquilidad de sus instalaciones.

 

Santuario Osaki Hachimangu en Sendai, Miyagi

 

La bahía de las 260 islas

El viaje de Marina llegaba a su fin, pero tenía reservado para ella una última sorpresa. “Dicen que la bahía de Matsushima es una de las 3 imágenes más bonitas de Japón, y ahora puedo decir que es verdad. La bahía se compone de 260 islotes cubiertos de pinos y se puede acceder a ella fácilmente en tren... ¡Otra razón más para animarse a visitar la región de Tohoku!”, afirma la viajera.

Solo podemos darle la razón, ya que la bahía es absolutamente impresionante. Puedes recorrerla en ferry y enamorarte de un paisaje de cuento. Pero te damos un consejo: existen cuatro miradores privilegiados para disfrutar de las vistas como en ningún otro lugar: Ogidani, Tomiyama, Otakamori y Tamonzan, conocidos conjuntamente como Matsushima Shidaikan.

 

Bahía de Matsushima, Miyagi

 

Este ha sido el viaje de Marina Comes por el Japón más auténtico. Una travesía sin duda especial, marcada por los contrastes, donde la naturaleza ha estado muy presente, pero sin restar un ápice de protagonismo a los paisajes urbanos, a la tradición, al arte o a la gastronomía.

 

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